-Hola.
-Hola.
-¿Dónde estás?
-Pues aquí adentro, contigo.
-Mira, no me hables en verso chistosito.
-Está bien, perdón. ¿Te importa si me quedo?
-Me da igual. Nunca pasa nada por aquí.
-¿Por?
-No sé bien, pero creo que se me acabó la imaginación.
-Vaya…
-Lo sé, lo sé. ¡Pero ya no sé ni qué hacer!
-¿Porque se te acabó la imaginación?
-Sí, por eso ya no se que hacer, ya no sé qué inventar para que pase algo por aquí.
-Podrías inventar un artefacto…
-¿Para qué? Haga lo que haga con él no me va a hacer sentir menos solo.
-Pero así pasarías el rato por lo menos, te distraería.
-No sé, tendría que inventar ese artefacto para usarlo fuera de aquí, aquí no se puede usar nada.
-Tienes razón. Entonces inventa un animal. Y así te hará compañía.
-No quiero un animal, a menos de que pudiera hablar, pero no como un loro, sino que diga cosas interesantes.
-Eres muy complicado.
-¡Lo sé! ¿Cómo es que sabes tanto de mí?
-Lo que pasa es que ya llevo tiempo por aquí.
-Y entonces ¿Porqué no había hablado contigo antes?
-Porque aún no inventabas con quien hablar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario